sábado, 20 de octubre de 2012

Capítulo 2: una petición extraña

Empecé a recordar lo último que había hecho antes de aparecer flotando en ese lago. Estaba con Mika en mi casa viendo un capítulo de Elfen Lied acurrucadas en el sofá con una gran manta.
Teníamos por costumbre juntarnos todos los sábados por la noche para ver anime y hartarnos a comer helado y toda clase de gominolas, acabando con un tremendo dolor de barriga que nos impedía movernos del sofá hasta la mañana siguiente. 
Recuerdo que ese día Mika fue a la cocina a por unos refrescos y a mí me empezó a entrar un extraño sueño...



-Quiero buscar a Nisha -dijo Mizuumi con la vista fija al horizonte.
-¿y cómo piensas hacerlo? han pasado muchos años... además, ¿para qué quieres buscarla?, sería meterte en más problemas si su madre te descubre...
-necesito encontrarla, volver a verla, saber qué fue de ella después de eso... y su madre no podría descubrirme si llevo a cabo mi plan.
-¿tu plan?
-si, y aquí es donde tú empiezas a formar parte de esto
-está bien... *suspiré profundamente* dime que tengo que hacer
-en verdad tu no tienes que hacer mucho... solo prestarme una cosa
-¿prestarte el qué?  -dije frunciendo el ceño
-tu cuerpo
-¡¿QUÉEE?! -me levanté de un salto y me quedé mirándola con los ojos como platos, de nuevo pensé que se trataba de una broma, no entendía para qué quería mi cuerpo ni como podría prestarle algo así.
-estoy prisionera en este lago Shara, estoy encadenada a él y no puedo alejarme más que unos pocos pasos. 
Necesito tu cuerpo para salir de aquí y poder ir a buscarla.
-estás loca, ¿y dónde piensas buscarla? 
-en Ab'Dhael, dudo mucho que se haya ido pues esa clase de elfos nunca salen de su alianza, nacen y mueren allí.
-¡Definitamente estás loca! ¿qué dirán...? o mejor dicho, ¡¿qué harán si ven a una humana infiltrarse en su alianza?!
-de eso no tienes por qué preocuparte, déjalo en mis manos, te prometo que te devolveré tu cuerpo en perfectas condiciones, como mucho un par de rasguños -soltó una risilla nerviosa-
-no tiene gracia tía... esto es muy raro, y no me hace ninguna gracia que te metas en mi cuerpo así porque sí... y además, ¿dónde estaré yo?, o sea me expulsarás de mi cuerpo... ¿qué será de mí? ¿dónde me quedaré?
-no te expulsaré, tu vendrás conmigo, simplemente seré yo la que tenga poder sobre tu cuerpo y tú no podrás hacer nada
-¡ah! ¡genial! ya me quedo mucho más tranquila... -le lancé una mirada asesina, era un plan absurdo a la par que descabellado, todavía no podía ni asimilar que esto me estuviese sucediendo a mí.
-no te voy a mentir Shara, es bastante arriesgado esto que te pido y no te quiero obligar a hacerlo, es peligroso y me sentiría muy culpable si mi plan fracasa y a ti te pasa algo por mi culpa. Ahora que lo sabes tú decides si quieres ayudarme o prefieres volver a casa y no saber nada más de mí...

No sabía qué hacer. Por una parte quería ayudarla, curiosamente me sentía responsable ya que no había nadie más allí y me puse en su lugar. Pero por otra parte deseaba salir de allí cagando leches y evitarme semejante lío.

Está bien, - dije de pronto, como si se me hubiesen escapado las palabras- quiero ayudarte... quiero y voy a ayudarte
-¿de verdad?... ¿estás segura?, ¿harás eso por mí?
-supongo que sí
Mizuumi pegó un gran salto y se lanzó sobre mí para abrazarme, fue extraño, pero no sentí su cuerpo chocar contra el mío sino un aire frío y una fuerza extraña que consiguió tirarme al lago. 
Durante unos segundos sin poder respirar, logré sacar la cabeza del agua y vi a Mizuumi tendiéndome su mano con una sonrisa en la cara. 

-¿de qué te ries? ¡¿deberías controlarte un poco sabes?! -dije sin poder parar de toser, había tragado mucha agua.
-y tú no deberías ser tan torpe, solo ha sido un empujoncito de nada... -dijo riéndose descaradamente.
Me ayudó a salir del agua y me rodeó con una manta blanca muy suave, me pregunté de dónde la había sacado y por qué no me la había dado antes.

Estuvimos un rato calladas.
-¿y cuándo querrás empezar con el plan? - dije una vez pude recuperarme del frío. 
-mañana mismo, procura estar dormida a las 10 de la noche.
-de... de acuerdo
Alargó su mano para tocarme la frente y cuando lo hizo todo se volvió oscuro.

viernes, 19 de octubre de 2012

Capítulo 1: Mizuumi


Me desperté flotando en un gran lago en medio de la nada. Poco a poco todo fue tomando forma y pude distinguir unos enormes árboles rodeando aquel extraño
lugar. La luz de la luna fue la única ayuda que tuve para salir del agua helada, clavando mis pies en lo que parecían ser hojas secas que crujían
estruendósamente en aquel silencio absoluto.
Un ligero olor a tierra mojada y a azahar me nubló la vista. Se levantó un fuerte viento, los árboles batían sus
ramas violentamente y un aire gélido se clavaba en mi piel como cuchillas afiladas.
Me acurruqué al lado de lo que parecía ser una gran roca cubierta de musgo y escarcha. El contacto directo de mi piel con esa piedra helada me provocó un
terrible escalofrío que me recorrió todo el cuerpo. Nunca había sentido semejante frío, el dolor era insoportable y me di cuenta de que ya apenas tenía
sensibilidad en manos y pies.
De pronto una luz tenue salió del lago, desprendiendo un ligero calor que me reconfortó al instante. Una figura de chica salió de esa luz y se acercaba
hacia mí con lentitud.
Conforme se iba acercando la luz disminuía aunque su aura azul seguía intacta. Se paró a pocos metros de mí y pude verla con más claridad. Era una chica
joven, con un rostro muy dulce. Tenía unos grandes ojos azules y un pelo del mismo color, tan largo que le llegaba hasta los tobillos.
-Perdóname... -Me dijo con una voz débil y temblorosa.
-¿qui-quién eres? ¿y qué hago aquí? - me atreví a preguntar, aunque apenas me salía la voz del cuerpo.
-me llamo Mizuumi, soy el alma de este lago y yo te he traído hasta aquí mientras dormías.
-¿y eso por qué? ¿qué quieres de mí? el alma de este lago... ¿pero qué dices? ¿de qué va todo esto?
-verás... es un poco complicado... pero necesito tu ayuda
-¿mi ayuda para qué?
-es un poco larga la historia que voy a contarte...
-¿me ves con pinta de tener planes? joder estoy perdida en un puñetero bosque hablando con una friki llena de purpurina, espero que esto no sea una broma
de Mika porque si lo es se va a enterar... -estaba realmente nerviosa y me puse a la defensiva, yo sabía perfectamente que eso no era una broma. Mika es
mi mejor amiga, la cual siempre está gastándome bromas para meterme miedo, y realmente deseaba que esto fuese otra broma de ella.
-no sé quién es Mika
-¡ve al grano! y hazme un resumen de esa historia taaan larga...
Mizuumi exhaló un profundo suspiro, como si intentara calmarse. Se mordió el labio inferior y cerró los ojos.
-Hace bastante tiempo, no recuerdo cuánto exactamente, en este lugar ocurrió algo terrible... -hizo una pausa, se le notaba nerviosa y que no sabía por donde empezar, le temblaba
la voz y no paraba de mover las manos.
-continúa
-Como te habrás dado cuenta, yo no soy humana como tú...
-sí, algo he notado sí
-pues verás... yo... yo soy una elfa
-no fastidies, ¿me tomas el pelo verdad? mira mejor búscate a otra a quién gastarle la bromita, yo paso tía, en serio -me levanté y me dispuse a
largarme de ahí, me sentía estúpida.
-por favor no te vayas, te lo suplico Shara...

Me paré en seco al escuchar mi nombre, quedé paralizada y fui incapaz de seguir avanzando, algo en su voz me dejaba en claro que estaba diciendo la verdad.
Me giré y la miré.
-¿Cómo sabes mi nombre...? bueno déjalo, mejor sigue contando tu historia, espero que realmente me necesites para algo que yo pueda hacer y
no me estés haciendo perder el tiempo. -me volví a sentar en el mismo sitio, rodeando mis piernas con los brazos y con la cara apoyada en mis rodillas.
-gracias... de verdad.
-no hay de qué -dije entre dientes, sin mirarla y con la vista fija en el reflejo vibrante de la luna llena.
-Como te ya te dije, yo soy una elfa, pertenezco a una alianza llamada Darael, o bueno, pertenecía supongo... -quedó en silencio unos segundos y continuó-
yo tenía por costumbre venir a este lago en cada noche de luna llena. Me gustaba venir aquí, respirar la tranquilidad, estar sola durante un rato y pensar.
Me gustaba bañarme en este lago y observar la luna.

Levanté la cabeza para mirarla y me fijé en algo que no le había visto antes. Una punta de lo que parecía ser una oreja puntiaguda asomaba por su pelo.
Se me puso la piel de gallina y entonces supe que no me estaba mintiendo, y que posiblemente los elfos si existiesen fuera de los cuentos que mi madre
me leía de pequeña.

-Pero un día, cuando llegué... me di cuenta de que no estaba sola, había alguien más bañándose en el lago. Me acerqué lentamente y esa persona se giró.
Era una niña de mi edad, de unos ocho o nueve años... tenía un pelo blanco larguísimo y una carita bastante mona, con unos ojos oscuros que me sorprendieron bastante. Pero al fijarme
en sus orejas me di cuenta de que era una "maldita", o bueno así es como los de mi alianza llamaban a los elfos que vivían aislados en lo profundo del bosque.
Mi padre me contó que eran elfos oscuros, malvados y peligrosos, y aunque yo no sabía el porqué exactamente, sentí pánico cuando descubrí que ella era uno
de ellos. Fue entonces cuando me saludó, con una sonrisa de oreja a oreja y me dijo que se llamaba Nisha y que si quería jugar con ella. Tímidamente accedí, dejé de tener miedo al ver
que era bastante inocente.
Estuvimos jugando toda la noche, y a partir de entonces quedábamos todas las lunas llenas en este lago. Nos hicimos grandes amigas y mantuvimos nuestra amistad en secreto.
Cuando ella tenía doce años y yo once, ocurrió lo que más temíamos.
Una noche, mientras jugábamos en el agua, escuchamos unos pasos que provenían de la orilla. Me giré y vi una silueta de lo que parecía ser una mujer, tampoco
había mucha luz... pero entonces miré a Nisha. Tenía una expresión de terror en la cara, y sin apartar la mirada de esa figura oscura, me dijo con voz firme: vete de aquí, corre, es mi madre y te matará.
Me quedé paralizada por unos segundos y eché a correr. Pero todo fue tan rápido... ese dolor intenso... aún puedo sentirlo en mi pecho. Algo me atravesó la espalda y me asomó por delante, sentí un dolor
atroz y lo único que podía escuchar eran los gritos de Nisha. La escuchaba gritar mi nombre entre llanto. Entonces, de repente dejé de sentir dolor. Lo último que recuerdo fué mi visión emborronada, y
sentir que me hundía en el agua... -volvió a quedar en silencio, pude ver como le caían las lágrimas de sus ojos. Me sentí mal por ella, me levanté y me senté a su lado intentando reconfortarla de alguna manera.

-y... ¿qué tengo que ver yo en todo esto? me gustaría ayudarte pero no sé qué podría hacer...
-si te he traído aquí es por algo, yo sé que tú podrías ayudarme.

jueves, 4 de octubre de 2012

Ficha de Noa


Nombre completo: Noa Venett
Raza: Sucubbi
Edad: 15 años
Edad que aparenta: entre 10 y 12 años
Nacionalidad: Khune
Lengua materna: Nhäkut (mezcla extraña de coreano y lenguas muertas)
Dónde vive: en el mundo humano
Virtudes: adorable, muy cariñosa, paciente, buena y comprensiva.
Defectos: es demasiado tímida y miedosa
Comida favorita: galletas con mermelada de fresa (es vegetariana)
Cosas que le gustan: la primavera, las flores, dormir, los animales, los videojuegos, los peluches, comer cositas dulces y leer. 
Le gusta vestir con colores alegres y en especial con ropa demasiado infantil para su edad.
Cosas que no le gustan: el invierno, la lluvia, los olores y ruidos fuertes, la gente mala, la oscuridad y las historias de terror.

sábado, 14 de julio de 2012

Historia de Noa



Bajo tierra, en algún lugar del sur de Corea, se encuentra Khuns.

Esta "ciudad" subterránea está habitada por los Sucubbis; seres demoníacos, cazadores de almas.
Son inmortales y viven bajo las órdenes de Kestat, su más absoluto líder al cual deben obedecer ya que es el único que puede quitarles la vida.

Kestat tiene un gran ejército de fieles, encargados de alimentarle con alma humana.
Solo pueden ser vistos por la persona a la que van a matar, por lo que en el mundo humano no conocen ni sospechan de la existencia de estos seres malignos y las muertes son consideradas como simples ataques al corazón.

Pero no todos los Sucubbis son malvados, aunque sí tienen que aparentarlo y servir quieran o no a la Alianza pues corren el riesgo de ser ejecutados dolorosamente.

Mirne pertenecía al ejercito de Kestat.
Era una de las favoritas del líder por su maldad y astucia y siempre se recreaba matando a sus víctimas. Disfrutaba matando.

Pero no era solamente eso lo que hacía que Kestat tuviese a Mirne en uno de sus rangos más altos. El Rey sucubbi llevaba siglos enamorado de ella e intentaba por todos los medios convertirla en su reina y aunque ésta solo le mostrase su indiferencia, él no se pensaba dar nunca por vencido.

Pero el corazón de Mirne pertenecía a Ashzar, un elfo de la Alianza Darael.

Esto era un problema puesto que los sucubbis y los elfos no se llevaban nada bien desde la guerra de Serehan, que había terminado hacía más de medio siglo saliendo los elfos victoriosos; pero la ambición de Kestat no le permitió aceptar la derrota y juró odio eterno y venganza a los Darael.

Mirne se encontró con Ashzar en una de sus salidas al mundo humano. Desde pequeña, le habían inculcado el odio hacia ellos y su primer impulso fue matarlo. Los elfos no guardaban rencor pues eran seres bondadosos, pero Ashzar se vió obligado a luchar con ella.
Él era mucho más fuerte y poderoso que ella, por lo que a los dos días Mirne cayó exhausta.
Ashzar la llevó a su Alianza, allí le curó las heridas y la revitalizó con brebajes de hierbas mágicas.
Pasaron los días y Mirne se encontraba realmente a gusto con Ashzar. Su maldad disminuía cuando él estaba cerca, haciéndola sentir bien, tranquila, en paz.
Esa sensación de bondad, que al principio ella detestaba pues nunca la había experimentado antes, se le fue haciendo cada vez más agradable, tanto que necesitaba tenerlo cerca todo el tiempo, sentir su calidez; sin darse cuenta, se había enamorado de él.

Su orgullo no le permitía revelar ese sentimiento, sentía verguenza por ello. Se veía impotente pues le había fallado a su rey. Todavía estaba a tiempo de corregir sus errores matando a Ashzar y entregándole su alma dorada a Kestat, pero eso solo le hacía verse más patética aún pues no se veía capaz de matarlo.
Mirne no entendía por qué le tenía que estar pasando esto. Estaba confundida y sabía que no debía sentir ese tipo de amor y menos por un ser tan opuesto a ella.

Esa misma noche decidió volver a Khuns, para tal vez así, olvidarse de él, aunque no estaba tan segura de ello.
Pero Ashzar no quiso dejarla ir; él también se había enamorado de ella.

Intentó convencerla y aunque a ella le parecía una completa locura, al final accedió y decidieron intentar seguir juntos manteniéndolo en secreto.
Mirne sabía que si Kestat se enteraba de esto las consecuencias iban a ser fatales pero aún así algo le hizo seguir adelante, algo que ella desconocía, que le asqueaba pero a la vez le hacía sentir bien.

Ella volvió a Khuns y a los 9 meses dio a luz a mellizos; Ahharu y Noa.

Al ver a la pequeña, Mirne sintió pánico: había heredado los ojos azules de su padre.
Un sucubbi debía tener los ojos rojos, nunca azules, y si Kestat descubría a la niña, con ver sus ojos sería más que suficiente para descubrir también la verdad, por lo tanto lo único que Mirne podía hacer era llevarla con su padre.

Los demás elfos no estaban completamente de acuerdo de que un ser mitad sucubbi se instalara en la Alianza, pero tras la insistencia de Ashzar acabaron permitiéndolo.
Conforme Noa iba creciendo se fueron dando cuenta de que la niña no presentaba ningún signo de maldad y acabaron olvidándose de que tenía sangre sucubbi corriendo por sus venas.

A los quince años Noa enfermó gravemente.
Los elfos, aunque eran seres mortales, vivían cientos de años y Noa no había heredado la inmortalidad de su madre como ellos pensaban.

Conforme pasaban los días, Noa empeoraba. Los elfos probaron miles de hechizos y le ofrecieron una gran variedad de hierbas curativas, pero todo fue en vano.
Ashzar no podía quedarse de brazos cruzados viendo como su hija moría lentamente, así que se fue en busca de su hermana Eildune.
Ella era una poderosa elfa chamana, conocedora e instructora de todos los hechizos élficos.

Cuando vio a su sobrina, Eildune quedó horrorizada. Su cuerpo estaba preparándose para ser una auténtica sucubbi; sus genes dorados estaban prácticamente desapareciendo al mismo tiempo que los oscuros aumentaban.

Explicó que era posible que la niña no soportase semejante transformación y acabase muriendo, pero si conseguía sobrevivir una gran amenaza se cerniría sobre la Alianza Darael.

Después de un día intentando encontrar una solución alternativa al sacrificio, dio con una que aunque era demasiado arriesgada, estaba segura de que sería efectiva.
Eildune descubrió que lo que Noa necesitaba era respirar cerca del aura de un ser puro.
Los únicos seres puros capaces de tener un aura tan fuerte como para purificar ese alma tan maldita eran los unicornios, pero estos habían sido robados por Kestat durante la guerra de Serehan y estaban custodiados por el mismísimo demonio en un santuario maldito.

*Un cuerno de unicornio, o una sola gota de su sangre, podría devolver la vida a cualquier sucubbi*

Al enterarse de esa posibilidad, Mirne vio una puerta abierta y pensó que con un poco de suerte podría salvar a su hija.
Ella era una de las encargadas de cuidar a los unicornios y tenía las llaves del lugar.

Ashzar llevó a Noa a las puertas de Khuns. Allí la esperaba Mirne y cubriéndola con una capa la llevó rápidamente al santuario.
Una vez dentro acostó a Noa sobre un pequeño altar de piedra. Misteriosamente todos los unicornios fueron agolpándose alrededor de la niña. Entraron en una especie de armonía, la sala se volvió fría por momentos, cálida por otros. Una inmensa luz fue brotando de los cuerpos de aquellos seres, iluminando el oscuro lugar y dejando ver unas criaturas demoníacas talladas en la piedra de las paredes.

Pero todo eso no duró más de veinte segundos. Entonces Noa despertó, había recuperado sus mejillas sonrosadas y su pelo rubio volvía a brillar. Estaba completamente curada.
Mirne abrazó a su hija, la volvió a cubrir con la capa y salieron juntas del santuario.

Pero a la salida estaba Kestat.
Al ver el rostro de Noa, descubrió la verdad y le sentenció la muerte.
Mirne le suplicó que no lo hiciera y que a cambio de perdonarle la vida a su hija se ofrecía a casarse con él.
Kestat aceptó, pero si no la mataba la condición era desterrarla pues no podía pertenecer a la estirpe sucubbi.
Pero castigó aún más la deslealtad de Mirne. Ni siquiera permitió que la niña se fuese a vivir de nuevo con su padre a la Alianza, y la desterró al mundo humano después de darle la apariencia de una pequeña muñeca.

Mirne se casó con Kestat y se convirtió en la reina del inframundo.
Noa fue adoptada por una humana que conoce su historia, y aunque su corazón ya no palpite en ese cuerpo de resina, su alma dentro se mantiene viva esperando a que algún día pueda volver a reunirse con su familia.